Adentro, frío. Afuera calor. -¡Que indecisión!- decía Rojo- Mejor me quedo en la puerta.
Todas las tardes de verano Rojo se encontraba en una encrucijada: si salía, los látigos del bochorno lo desanimaban y si entraba, el viento polar irritaba la garganta del anciano. Pensaba que quedarse en el portal sería una solución para encontrar un temporal primaveral que no le hiciera quedarse pegado a la ropa o que le diera un resfriado.