martes, 23 de septiembre de 2014

De la estufa a América. Las hazañas de Benjamin Franklin

Por Raúl S. Saura

 

Convertirse en un genio es algo al alcance de unos pocos: Beethoven en música, Dante en literatura, Einstein en física... y algo revolucionario a su vez. Estas artes y ciencias no siguieron igual tras el paso de estos nombres insignes que inspiran respeto en todo el mundo por su maestría en estas áreas concretas y a día de hoy seguimos debiéndoles mucho. Pero, sin desmerecerles en nada porque no les llegamos ni a la suela del zapato, hemos de decir que a un genio de la pintura como Picasso o a uno del ajedrez como Morphy sólo le supera un genio en varios campos. Porque, entre ser el mejor en una cosa y serlo en dos o tres no hace falta ser un Ramanujan para saber qué guarda mayor mérito.  

Por esa razón y otras más el Renacimiento ha pasado a la historia como uno de los momentos cumbre de la historia de la humanidad, que, viendo lo que hubo inmediatamente antes, muy difícil de mejorar no era. Así, Miguel Ángel todavía nos arrebata como pintor, escultor, arquitecto o poeta; Maquiavelo nos da mil vueltas como escritor, filósofo político o diplomático (ni punto de comparación con los funcionarios de ahora, comenzando con el residente en Moncloa); y pocos inventores, pintores, científicos, botánicos, ingenieros o anatomistas, por no decir ninguno, alcanzan la aureola de Leonardo Da Vinci, probablemente el mayor de todos los genios habidos y por haber. Y eso que nuestro tardío Cervantes como soldado, preso y escritor también aguanta el ritmo.

Ante estos ejemplos queda claro que aquello de hombre de Renacimiento tenía un sentido muy claro y comprensible, algo que en esa época se poetizaría más pero ahora expresaríamos como ser el puto amo en diversos campos de conocimiento. Porque estos hombres marcaron el ritmo del progreso humano, no dejaron duda de su genio en vida ni después ni pasaron por este mundo sin dejar de contribuir a su bienestar de alguna u otra forma. En resumidas cuentas, sin estos grandes ejemplos la historia sería mucho más insulsa; ellos nos la animan con sus mentes y manos inquietas.

Otro individuo a añadir a la lista y del que por hoy nos ocuparemos en esta nuestra web no es otro que el de Benjamin Franklin quien pese a su posteridad cumple con la definición dada. Ese nombrecito que tanto nos suena de las pelis americanas, ese señor con cara afable y de (a su pesar) buen comer.
 
 

Benjamin Franklin, como muchos sabrán, es uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, su primer embajador en Francia (siendo sucedido por Thomas Jefferson, allí es nada) y único firmante de los cuatro principales documentos en sus orígenes: la Declaración de Independencia, la Constitución, el Tratado de Alianza con Francia y el de Paz con Inglaterra. Por si esto fuera de poco, también inventó aparatejos de gran utilidad, fundó instituciones y desarrolló una vida caracterizada por la virtud, la sobriedad y una inagotable labor. No en vano se le consideró ya en su día como el primer americano y uno de los más reverenciados y ha pasado a la historia como el mayor inventor de los USA tras Edison. Pero, ¿qué más hizo?, ¿cuáles eran sus aficiones? En otras palabras, ¿quién fue Benjamin Franklin? Aunque este artículo no busque convertirse en una exhaustiva biografía de su vida (¡hey, hay bibliotecas!), sí parece apropiado resumir su vida y obra para quienes les resulte un desconocido. Seguro que al final termina por caerles majo y si no les devolvemos el dinero.

Franklin nació como el más joven de diez hijos de un fabricante de jabón y velas en Boston en 1706. Pese a contar con una educación formal sólo unos pocos años, desde el primer momento demostró contar con unas grandes capacidades intelectuales, un destacable ingenio y una pésima relación con su familia, sobretodo con su padre y uno de sus hermanos que le maltrataba, y, tras una fuerte discusión, decidió por marcharse de la ciudad a los 17 años con intención de no regresar y recuperar su natural estado de alegría.

Tras una serie de peripecias se asentó en Philadelphia donde pronto destacó como impresor, periodista y editor con tanto éxito por su laboriosidad y dedicación que se retiraría virtualmente en la cuarentena para centrarse en otros intereses. Pese a que podría haberse dedicado a vivir de las rentas, se decidió por mejorar las condiciones de la sociedad en la que vivía y de sus conciudadanos cuando ya tenía la vida resuelta. Esto dicho en el contexto de las 13 colonias americanas en el siglo XVII, a cuyos habitantes se trataba como ciudadanos de primera en tanto a deberes y de tercera o cuarta para los derechos. Por algo en aquella época no dejaban de editarse continuos panfletos (difícil determinar cuándo empezaron a circular los suyos) contra la tiranía del rey Jorge III que les obligaba a pagar más impuestos que nadie para no contar con representación en Londres.

Franklin nunca fue ajeno a estos conflictos y aunque haya pasado a la historia como lo ha hecho, en un principio no buscó el enfrentamiento con el Imperio, sino la cooperación con los ingleses por el bien común, como en el envío de tropas para combatir contra franceses o indios. Esto no quiere decir que se quedara de brazos cruzados, mientras tanto su labor incansable suponía la formación de grupos de debate como Junto (más adelante Sociedad Filosófica Americana), bibliotecas por suscripción, el departamento de bomberos de su querida Philadeplhia y la fundación de la Universidad de Pennsylvania (1740). Además, su labor como inventor produjo una exitosa estufa, las gafas bifocales o el pararrayos entre otras invenciones y su pluma una de las autobiografías más célebres por su honestidad y contención. Huelga decir que era un consumado políglota, junto al inglés hablaba francés, español, latín o italiano.

Precisamente para este último idioma se le ocurrió un sistema de aprendizaje junto con otro estudiante del mismo, compañero de ajedrez: el ganador de una partida podría imponer al perdedor unos deberes como la memorización de una serie de palabras o la traducción de un texto que este habría de cumplir puntualmente para la próxima cita ante el tablero. Como consejo ahí queda.

Viajero incansable, residió por más de dos décadas en Europa, principalmente en Francia e Inglaterra (era miembro de la Royal Society), y su labor en estas tierras como diplomático para la causa revolucionaria resultó trascendental (a los interesados en estas cuestiones les recomiendo John Adams de la HBO, que ya trataremos otro día). 

 
Voltaire bendiciendo al nieto de Franklin en nombre de Dios y la Libertad (Pedro Américo, 1889-1890)

Pero, más allá de ello, era un hombre con unas poderosas convicciones morales que, sin embargo, no le cegaban. Heredero de la tradición puritana en el Nuevo Mundo, buscaba en la templanza y en la conducta intachable una vida más feliz. Incluso diseñó una tabla para poner en práctica una virtud distinta cada día con alguna acción o más de tal manera que al levantarse a la cinco de la mañana se preguntaba qué podría hacer para cumplirla y al irse a la cama a las diez de la noche se preguntaba si lo había hecho. Así todos los días hasta cumplir las trece y vuelta a empezar: Templanza, Silencio, Orden, Resolución, Economía, Trabajo, Sinceridad, Justicia, Moderación, Limpieza, Tranquilidad, Castidad y Humildad ("Imitad a Jesús y Sócrates"). El mismo Benjamin admitía que seguía cometiendo alguna que otra falta al cabo del día en su diagnóstico tan puritano, pero no por ello no mejoraba como ser social ni se sentía menos feliz, todo lo contrario. De esta forma, conseguía cierta tranquilidad y resolución y economía e industria... (lo van pillando) para sus ocupaciones diarias. Y la cuestión es que dicen que funciona, ahora hubiera supuesto un libro de autoayuda la mar de majo.

Esta intachable carrera del sosegado humanista despertó no sólo la admiración de sus conocidos, sino también su crucial colaboración cuando llegó la Revolución americana. Pese a que para la independencia (4 de julio de 1776) contara ya con 70 años eso no le impidió poner en uso durante años sus imprentas para la propaganda o sus amistades para el espionaje. Porque Benjamin llegó a controlar con servicios de contrainteligencia para los ingleses en tiempos de paz y contra los mismos en guerra.

Ni la edad ni la gota que comenzaba a aquejarle le impidieron tomar parte en los momentos más destacados de este momento único en la historia. Regresó a las colonias en 1775 tras su segunda expedición a Gran Bretaña para ser elegido unánimemente como delegado de la Asamblea de Pennsylvania para el Segundo Congreso Continental. Miembro del Comité de los Cinco junto con Adams y Jefferson, con ellos sería el encargado de presentar al mundo la Declaración de Independencia, mayormente obra del virginiano, pero a la que realizó una serie de correcciones "pequeñas pero importantes" como diría después. Sí amigos, estamos hablando de uno de los textos más trascedentales de todos los tiempos a nivel político, social, económico, militar (a la postre, una colonia se impondría por primera vez sobre un imperio) y también uno de los más bellos que pueden leerse a su disposición aquí.

Vencieron al final y desde el primer momento Franklin fue considerado un referente para la joven nación, además del embajador en Francia como decíamos, donde hizo a su nieto bendecir por Voltaire (como se puede apreciar en el cuadro más arriba), mantuvo algún que otro escarceo con Madame Helvétius pese a estar casado y ejerció activamente como masón de la Logia de Les Neuf Soeurs. Disfrutaba la vida parisina en sus múltiples opciones.

A su vuelta sustituyó a John Dickinson como gobernador de Pennsylvania hasta 1788, ya impedido por su avanzada edad aunque aún le dio tiempo para sacudir a su país por última vez. No sólo lo hizo a nivel industrial, político o social, sino también en el plano moral donde siempre fue escrupuloso aunque pinturesco. Liberó a todos sus esclavos y se convirtió en defensor implacable del abolicionismo, tocando sin complejos un tema peliagudo a día de hoy sobre el nacimiento de la nación. De los padres fundadores, pocos pueden mantener la cabeza en alto sobre este asunto además de Franklin: Adams nunca tuvo esclavos mientras Washington y Jefferson fueron importantes terratenientes, de hecho este último fue carne de marujeos por sus hijos ilegítimos con sus negras, el caso Sally Hemings que se desveló durante su futura presidencia, por ejemplo.

Ante estos casos el ejemplo de Franklin brilla aún más en su labor como presidente de la asociación abolicionista de su estado hasta su muerte en 1790. Tras una intensa vida de compromiso social e intelectual, el querido compatriota descansaba sin ningún palo por tocar. Atrás dejaba su inmenso legado en sus inventos, en su trabajo como estadista y diplomático, en su figura y en frases como esta: "La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días".

Pues eso, vida, libertad y búsqueda de felicidad. Descanse el genio.

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