*Spoilers.
Todos aquellos que no hayan visto la serie y se adentren en estas líneas se
exponen a una visita de Lorne Malvo, así que corre Forrest corre.
Fargo, una de las series revelación del año 2014. No,
desinformados (vosotros, plaga destinada a la erradicación siguiendo los
preceptos de “Respiras”),
el golpe que os habéis dado en la cabeza no es tan grave porque en Estados
Unidos FX, canal de pago propiedad de la Fox, ha emitido la serie de una
temporada (o miniserie o serie antológica, a la manera de American Horror Story o True Detective) basada en la mítica
película del 96. Los mismos Coen ha colaborado esta ocasión como productores
ejecutivos, por lo que en principio no han intervenido en el apartado creativo.
Caso
sorprendente, porque la serie es una vástaga
clara y fiel del universo de los hermanos. Muchos (los fans histéricos, vale)
nos temíamos que este intento de regresar al mundo de una de sus mayores
aportaciones al séptimo arte resultara
un fracaso de proporciones épicas. Una pantomima, una tontería, una vergüenza
ajena. Una mierda del tamaño de Texas, en efecto. Pero desde el primer episodio
nos quisieron quitar esa impresión con un piloto sólido en el que nos
introdujeron a Lorne Malvo (el mal personificado Billy Bob Thornton, El hombre que nunca estuvo allí), Lester
Nygaard (siempre eficiente Martin Freeman, Sherlock
y The office), el incompetente Gus
Grimly (Colin Hanks, Dexter), Molly
Solverson (Allison Tolman, sorpresa del año) y el padre de esta, Lou (grande
Keith Carradine, Deadwood y también Dexter). Todos ellos personajes propios
del universo coeniano, dignos
descendientes. Quien lo iba a decir, sonaba a truñazo como digo, pero el gran
trabajo de todos en general y de Noah Hawley, creador de la serie, en
particular, nos ha conducido a uno de los estrenos del año. Para todos los fans
de los hermanos, aquí tenéis todo un entretenimiento este verano.
Muchos
dirán que por tratarse de un remake
carece de originalidad, que demuestra la falta de ideas en el ámbito
audiovisual, que True Detective no
cuenta nada que no hiciera Fincher en los noventa… bobalicadas, como diría un
amigo. Sólo por un nimio detalle, los 10 episodios merecen ser visitados y es
que Hawley nos promete algo propio, aunque no representado por completo o como
elemento principal, de la obra cinematográfica de la que es deudor. Cuando la
tónica general estos años en televisión es el antihéroe (McNulty, Tony Soprano,
Walter White, Nucky Thompson, Dexter Morgan, Don Draper, Rick Grimes), nos
traen ahora el eterno tema, el del Bien contra el Mal. La grandeza del hombre
normal, la nobleza de los good folks
como integrantes de la comunidad opuesta a los depredadores de la naturaleza,
al malvado Lorne Malvo y al cínico Lester.
Un
encuentro entre estos dos en el primer episodio (el uno asesino despiadado, el
otro pringado Premium) supone un punto de inflexión en la vida del segundo,
quien se deshace de la carga que supone su identidad y comienza una senda de
(auto)destrucción que le conducirá a la helada muerte. Asesina a su
descorazonada mujer, casi una bully,
a martillazos (Nietzsche estaría orgulloso), manda a su hermano pequeño a la
cárcel y, finalmente, a su segunda esposa a una muerte segura contra Malvo para
salvar el pescuezo. Porque se deshace de sus miedos personales primero, después
convive con sus remordimientos y termina por abolir todo sentimiento de culpabilidad,
como leemos del maestro “Alberto Nahum García”.
La
poli de buen corazón Solverson sospechará de él desde el primer momento, pero
su jefe Bill Oswalt (Better call Saul!)
nunca la apoya. Al principio parece ser por incompetencia, pero más adelante
(en uno de los momentos cumbre de la finale)
confiesa su optimismo natural que le incapacita para el trabajo. Lo dicho, ante
la ceguera de Oswalt, que ve a Lester como su amigo del cole al que le pegaban
y no como un sospechoso testigo de una matanza en su propia casa, ella queda
sola, sólo cuenta con la ayuda del incompetente y miedica Gus Grimly, quien ya
tuvo un inquietante encuentro con Lorne Malvo en el piloto (“Some roads you shouldn’t go down”) pero
que no tiene talento para el oficio. El torpe padre/viudo comienza una relación
con Solverson a raíz de su busca común del esquivo Malvo que, tras un salto de
un año tan facilón como efectivo, ya tiene embarazada y viviendo junto a su
hija adolescente. En fin, de ser todos los personajes así de buenos (como Lou,
quien sigue siendo un poli, recordemos la tensa conversación en el diner con Malvo) las series serían
peores que aburridas, puke-raimbows and
so on.
Porque
existe el Bien, cierto, pero también el Mal y aquí mucho nos queda por decir.
La libertad humana e inmensa variedad de opciones conducen al Mal también y poco
se puede hacer contra un malvado profesional como Lorne (seguramente este no
sea su nombre de verdad), que llega incluso a volverse contra su discípulo en
las fuerzas oscuras Lester Nygaard. Él mata, persigue e intimida no sólo por
oficio, también por instinto. Él es un lobo por naturaleza y muchos reconocerán
en él las trazas de un Anton Chigurgh, capaz de acabar con polis y asesinos por
igual. Una de las mayores ingeniosidades (junto con el “TRUE STORY”) es su
visita a la misma Fargo, que nunca más volvemos a visitar porque la acción
incurre en el poblado de Bemidji, Minnesotta. En un plano secuencia memorable
ejecuta un asesinato en masa sin que nosotros podamos verlo, salvo una caída al
vacío. Apenas nos guiamos por los movimientos de la cámara recorriendo el
edifico a su ritmo y escuchando los gritos del tiroteo, nada más. Genialidad.
La letalidad
de Malvo es sincera, él solito destroza dos memorables dúos de la serie (donde
encontramos arcos argumentales de 4-5 episodios que encajan a la perfección…
bueno, Stavros quedó un poco incompleto según algunos pero nada podía/debía
añadirse en mi opinión. Ese maletín re-enterrado en la nieve, ¿volveremos a
verlo?) como son Numbers-Wrench y Budge-Pepper, quienes aportaban más
surrealismo al pastel.
A
todo esto, Lester continúa su ascenso imparable hacia el cinismo y temeridad
máximos. Si bien, lo sabemos desde un primer momento, está condenado a caer,
por más éxito conseguido en el ínterin. When you play the game of
thrones… Say my name… ya son muchas series
tratando este arquetipo y aun así no nos cansamos de él… de momento, aviso para
showrunners. Pero antes nos reserva un enfrentamiento
desesperado frente a su mentor Malvo. Es tal su retorcimiento, ha llegado a un
punto tal de alimaña dispuesta a abrirse paso a mordiscos, que logra engañarle
hasta a él con un cepo y una llamada falsa. El lobo marcha a sus aposentos a curarse.
No es país para viejos… la serie, realmente, por originalidad argumental, no
pasará a la historia.
Es allí donde le espera Gus, uno de sus más
acérrimos perseguidores. No quisieron brindarnos con un duelo final entre el
manipulador asesino y Molly, con un embarazo ya muy avanzado. El padre de
familia, intimidado hasta ahora por el bien de la misma, se impone sobre sus
dudas precisamente para protegerla y finiquita a Malvo. El acertijo
(“Did you know the human eye can see more
shades of green than any other color?”), ya resuelto. Predadores, el auténtico tema de la serie. El
enfrentamiento contra ellos, el Mal, que amenazan al grupo, a la familia y a la
sociedad. Esos versos libres hijos de Satán. Una versión simplista en mi
opinión, la temática del antihéroe (sí, Martin Freeman) ha logrado arraigar una
mayor complejidad al concepto de malo y al de bueno, a esa pulsión entre ambos
porque los separa una fina línea a fin de cuentas. Ahora nos retrotraen a un plot mucho más lineal donde no queda
espacio para la ambigüedad. Aquí el Mal es el Mal y alcanza proporciones
sobrenaturales como esa última mirada de Malvo, la consecuencia. Gus le mata,
sí, pero duda y teme, casi como si creyera que ha tomado una decisión
equivocada. Tan córtimer que es él.
En estos tiempos escépticos e implacablemente
cínicos el Bien aún puede imponerse sobre el Mal y salvarnos a todos. Un Bien
que encontramos rodeados de otros y no por cuenta de cada cual. Los solitarios
adoran al diablo, están empadronados en Carcosa fijo, según nos transmite la
serie-. Este simplismo no termina por contentarme, la verdad sea dicha.
Finalmente, uno cae y Lester escapa por un
tiempo de las sospechas sobre las muertes de sus dos esposas. Pero antes de ir
a prisión, por salvar su pellejo está dispuesto a caminar sobre un hielo muy
fino hasta que al final se rompe sobre él. Nunca debió coger ese ascensor (a
Stephen Root de Boardwalk Empire y The newsroom nos lo incluyen para
despedirlo al cuarto de hora… “Juego de Tronos”
sienta cátedra después de todo), nunca debió acudir al hospital. Podemos frenar
a los lobos, podemos cazar al cazador. Esta serie llama a la insurrección de
los corderos, no me extrañaría que algún grupo cristiano la incorporara a sus
obras de difusión allá, donde la civilización no termina por llegar lejos de
las costas, aunque el matrimonio interracial, el sexo fuera del matrimonio, la
homosexualidad encubierta… les echarán atrás. No tanto por la sangre, los
disparos y las muertes, eso no.
La fiereza santurrona de un Lou, de su nieta a
efectos legales, la rabiosa defensa de la familia y del trabajo bien hecho que
representan Gus y Molly, esas son las armas desplegadas para contener otras
tendencias de la naturaleza humana. Porque, como dijera Eugenio Trías, nada
inhumano nos es ajeno. Esta lucha de Bien y Mal, esta parábola constante de
serie disculpa la cantidad de referencias bíblicas, especialmente en el primer
tramo con la extorsión a Stavros, y de acertijos orientales, desde el dilema
del cocodrilo a Morton’s Fork (una versión del Escila y Caribdis para no
enrollarnos) pasando por el conocido por todos del zorro, el conejo y la
zanahoria.
El final, sinceramente, no llegó a cerrar todas
las tramas con la maestría esperada, pero es que esperábamos mucho y nos hacían
esperar mucho con la calidad desplegada hasta el desenlace. Ante la tragedia en
que convertimos cada serie, aquí apuestan por el optimismo y la preservación
del Bien en mayor o menor medida, como en True
Detective. Y hablamos de una de las series del año, como True Detective. Por no hablar de los planes para la segunda
temporada: en ambas plantean lo mismo. Una nueva tanda con nuevas historias y
personajes, donde quizás encontremos puntos en común o referencias a lo ya
visto, esto más probable en Fargo con
el maletín ya mencionado. Realmente no sabemos qué harán y eso es lo mejor para
un seriéfilo como yo, a la caza de la sorpresa. Si bien no estoy de acuerdo
absolutamente en todo con la serie, sí aprecio las actuaciones, los guiones,
las localizaciones… me lo pasé muy bien viéndola, coño. Entretuvo una añoranza.
Ahora bien, si esta se ha convertido en la
serie del año adelantando al dúo detectivesco de Harrelson y Mconaughey, como
mantiene de nuevo Nahum, aquí uno disiente. Quizás el piloto prometía aún más
de lo desarrollado a posteriori, quizás la serie acusa de cierta indecisión y
falta de concretismo (Breaking Bad picó de lo mismo), por llamarlo de esta
manera, indicio de que los creadores y guionistas no vivieron lo narrado, algo
contrario a lo visto en The Sopranos
y The wire. Hablo de cierta vaguedad
a la hora de expresar ciertos temas, ciertas tramas que de conocerse de cerca
quedarían retratadas de otra manera, más concretizadas. Pero es que Pizzolato y
Fukunaga no han resuelto asesinatos rituales en Louisiana, me dirán. Cierto,
pero quien crea que ese es el tema real de la serie de la HBO erra el tiro. En
ella hablamos de horror, de terror metafísico, no temamos decir la palabra,
algo a lo que podemos llegar todos en cualquier momento y que pone a la antología
en la línea de Apocalypse Now. Pero
esa es otra historia.
Esta termina feliz, con la familia viendo la
tele (el programa de las cajas) hechos una bola, con los malos fuera de juego y
él recién recibida la mención al honor que merecía ella. No le importa, she gets to boss.
P.D.: Estoy pensando incluir al final de los
artículos una valoración numérica de lo tratado de 0 a 10. Si Juego de Tronos hubiera recibido
matrícula de honor, Fargo se queda
con un 8. Buen trabajo, ojalá toda la televisión fuera así.
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