lunes, 18 de agosto de 2014

Fargo. Los tonos del verde.



por Raúl S. Saura

*Spoilers. Todos aquellos que no hayan visto la serie y se adentren en estas líneas se exponen a una visita de Lorne Malvo, así que corre Forrest corre. 

Fargo, una de las series revelación del año 2014. No, desinformados (vosotros, plaga destinada a la erradicación siguiendo los preceptos de “Respiras”), el golpe que os habéis dado en la cabeza no es tan grave porque en Estados Unidos FX, canal de pago propiedad de la Fox, ha emitido la serie de una temporada (o miniserie o serie antológica, a la manera de American Horror Story  o True Detective) basada en la mítica película del 96. Los mismos Coen ha colaborado esta ocasión como productores ejecutivos, por lo que en principio no han intervenido en el apartado creativo.
Caso sorprendente, porque la serie es una vástaga clara y fiel del universo de los hermanos. Muchos (los fans histéricos, vale) nos temíamos que este intento de regresar al mundo de una de sus mayores aportaciones al séptimo arte  resultara un fracaso de proporciones épicas. Una pantomima, una tontería, una vergüenza ajena. Una mierda del tamaño de Texas, en efecto. Pero desde el primer episodio nos quisieron quitar esa impresión con un piloto sólido en el que nos introdujeron a Lorne Malvo (el mal personificado Billy Bob Thornton, El hombre que nunca estuvo allí), Lester Nygaard (siempre eficiente Martin Freeman, Sherlock y The office), el incompetente Gus Grimly (Colin Hanks, Dexter), Molly Solverson (Allison Tolman, sorpresa del año) y el padre de esta, Lou (grande Keith Carradine, Deadwood y también Dexter). Todos ellos personajes propios del universo coeniano, dignos descendientes. Quien lo iba a decir, sonaba a truñazo como digo, pero el gran trabajo de todos en general y de Noah Hawley, creador de la serie, en particular, nos ha conducido a uno de los estrenos del año. Para todos los fans de los hermanos, aquí tenéis todo un entretenimiento este verano.
Muchos dirán que por tratarse de un remake carece de originalidad, que demuestra la falta de ideas en el ámbito audiovisual, que True Detective no cuenta nada que no hiciera Fincher en los noventa… bobalicadas, como diría un amigo. Sólo por un nimio detalle, los 10 episodios merecen ser visitados y es que Hawley nos promete algo propio, aunque no representado por completo o como elemento principal, de la obra cinematográfica de la que es deudor. Cuando la tónica general estos años en televisión es el antihéroe (McNulty, Tony Soprano, Walter White, Nucky Thompson, Dexter Morgan, Don Draper, Rick Grimes), nos traen ahora el eterno tema, el del Bien contra el Mal. La grandeza del hombre normal, la nobleza de los good folks como integrantes de la comunidad opuesta a los depredadores de la naturaleza, al malvado Lorne Malvo y al cínico Lester.
Un encuentro entre estos dos en el primer episodio (el uno asesino despiadado, el otro pringado Premium) supone un punto de inflexión en la vida del segundo, quien se deshace de la carga que supone su identidad y comienza una senda de (auto)destrucción que le conducirá a la helada muerte. Asesina a su descorazonada mujer, casi una bully, a martillazos (Nietzsche estaría orgulloso), manda a su hermano pequeño a la cárcel y, finalmente, a su segunda esposa a una muerte segura contra Malvo para salvar el pescuezo. Porque se deshace de sus miedos personales primero, después convive con sus remordimientos y termina por abolir todo sentimiento de culpabilidad, como leemos del maestro “Alberto Nahum García


La poli de buen corazón Solverson sospechará de él desde el primer momento, pero su jefe Bill Oswalt (Better call Saul!) nunca la apoya. Al principio parece ser por incompetencia, pero más adelante (en uno de los momentos cumbre de la finale) confiesa su optimismo natural que le incapacita para el trabajo. Lo dicho, ante la ceguera de Oswalt, que ve a Lester como su amigo del cole al que le pegaban y no como un sospechoso testigo de una matanza en su propia casa, ella queda sola, sólo cuenta con la ayuda del incompetente y miedica Gus Grimly, quien ya tuvo un inquietante encuentro con Lorne Malvo en el piloto (“Some roads you shouldn’t go down”) pero que no tiene talento para el oficio. El torpe padre/viudo comienza una relación con Solverson a raíz de su busca común del esquivo Malvo que, tras un salto de un año tan facilón como efectivo, ya tiene embarazada y viviendo junto a su hija adolescente. En fin, de ser todos los personajes así de buenos (como Lou, quien sigue siendo un poli, recordemos la tensa conversación en el diner con Malvo) las series serían peores que aburridas, puke-raimbows and so on.
Porque existe el Bien, cierto, pero también el Mal y aquí mucho nos queda por decir. La libertad humana e inmensa variedad de opciones conducen al Mal también y poco se puede hacer contra un malvado profesional como Lorne (seguramente este no sea su nombre de verdad), que llega incluso a volverse contra su discípulo en las fuerzas oscuras Lester Nygaard. Él mata, persigue e intimida no sólo por oficio, también por instinto. Él es un lobo por naturaleza y muchos reconocerán en él las trazas de un Anton Chigurgh, capaz de acabar con polis y asesinos por igual. Una de las mayores ingeniosidades (junto con el “TRUE STORY”) es su visita a la misma Fargo, que nunca más volvemos a visitar porque la acción incurre en el poblado de Bemidji, Minnesotta. En un plano secuencia memorable ejecuta un asesinato en masa sin que nosotros podamos verlo, salvo una caída al vacío. Apenas nos guiamos por los movimientos de la cámara recorriendo el edifico a su ritmo y escuchando los gritos del tiroteo, nada más. Genialidad.
La letalidad de Malvo es sincera, él solito destroza dos memorables dúos de la serie (donde encontramos arcos argumentales de 4-5 episodios que encajan a la perfección… bueno, Stavros quedó un poco incompleto según algunos pero nada podía/debía añadirse en mi opinión. Ese maletín re-enterrado en la nieve, ¿volveremos a verlo?) como son Numbers-Wrench y Budge-Pepper, quienes aportaban más surrealismo al pastel.
A todo esto, Lester continúa su ascenso imparable hacia el cinismo y temeridad máximos. Si bien, lo sabemos desde un primer momento, está condenado a caer, por más éxito conseguido en el ínterin. When you play the game of thronesSay my name… ya son muchas series tratando este arquetipo y aun así no nos cansamos de él… de momento, aviso para showrunners.  Pero antes nos reserva un enfrentamiento desesperado frente a su mentor Malvo. Es tal su retorcimiento, ha llegado a un punto tal de alimaña dispuesta a abrirse paso a mordiscos, que logra engañarle hasta a él con un cepo y una llamada falsa. El lobo marcha a sus aposentos a curarse. No es país para viejos… la serie, realmente, por originalidad argumental, no pasará a la historia.
Es allí donde le espera Gus, uno de sus más acérrimos perseguidores. No quisieron brindarnos con un duelo final entre el manipulador asesino y Molly, con un embarazo ya muy avanzado. El padre de familia, intimidado hasta ahora por el bien de la misma, se impone sobre sus dudas precisamente para protegerla y finiquita a Malvo. El acertijo (“Did you know the human eye can see more shades of green than any other color?”), ya resuelto. Predadores, el auténtico tema de la serie. El enfrentamiento contra ellos, el Mal, que amenazan al grupo, a la familia y a la sociedad. Esos versos libres hijos de Satán. Una versión simplista en mi opinión, la temática del antihéroe (sí, Martin Freeman) ha logrado arraigar una mayor complejidad al concepto de malo y al de bueno, a esa pulsión entre ambos porque los separa una fina línea a fin de cuentas. Ahora nos retrotraen a un plot mucho más lineal donde no queda espacio para la ambigüedad. Aquí el Mal es el Mal y alcanza proporciones sobrenaturales como esa última mirada de Malvo, la consecuencia. Gus le mata, sí, pero duda y teme, casi como si creyera que ha tomado una decisión equivocada. Tan córtimer que es él.

En estos tiempos escépticos e implacablemente cínicos el Bien aún puede imponerse sobre el Mal y salvarnos a todos. Un Bien que encontramos rodeados de otros y no por cuenta de cada cual. Los solitarios adoran al diablo, están empadronados en Carcosa fijo, según nos transmite la serie-. Este simplismo no termina por contentarme, la verdad sea dicha.
Finalmente, uno cae y Lester escapa por un tiempo de las sospechas sobre las muertes de sus dos esposas. Pero antes de ir a prisión, por salvar su pellejo está dispuesto a caminar sobre un hielo muy fino hasta que al final se rompe sobre él. Nunca debió coger ese ascensor (a Stephen Root de Boardwalk Empire y The newsroom nos lo incluyen para despedirlo al cuarto de hora… “Juego de Tronos” sienta cátedra después de todo), nunca debió acudir al hospital. Podemos frenar a los lobos, podemos cazar al cazador. Esta serie llama a la insurrección de los corderos, no me extrañaría que algún grupo cristiano la incorporara a sus obras de difusión allá, donde la civilización no termina por llegar lejos de las costas, aunque el matrimonio interracial, el sexo fuera del matrimonio, la homosexualidad encubierta… les echarán atrás. No tanto por la sangre, los disparos y las muertes, eso no.
La fiereza santurrona de un Lou, de su nieta a efectos legales, la rabiosa defensa de la familia y del trabajo bien hecho que representan Gus y Molly, esas son las armas desplegadas para contener otras tendencias de la naturaleza humana. Porque, como dijera Eugenio Trías, nada inhumano nos es ajeno. Esta lucha de Bien y Mal, esta parábola constante de serie disculpa la cantidad de referencias bíblicas, especialmente en el primer tramo con la extorsión a Stavros, y de acertijos orientales, desde el dilema del cocodrilo a Morton’s Fork (una versión del Escila y Caribdis para no enrollarnos) pasando por el conocido por todos del zorro, el conejo y la zanahoria.
El final, sinceramente, no llegó a cerrar todas las tramas con la maestría esperada, pero es que esperábamos mucho y nos hacían esperar mucho con la calidad desplegada hasta el desenlace. Ante la tragedia en que convertimos cada serie, aquí apuestan por el optimismo y la preservación del Bien en mayor o menor medida, como en True Detective. Y hablamos de una de las series del año, como True Detective.  Por no hablar de los planes para la segunda temporada: en ambas plantean lo mismo. Una nueva tanda con nuevas historias y personajes, donde quizás encontremos puntos en común o referencias a lo ya visto, esto más probable en Fargo con el maletín ya mencionado. Realmente no sabemos qué harán y eso es lo mejor para un seriéfilo como yo, a la caza de la sorpresa. Si bien no estoy de acuerdo absolutamente en todo con la serie, sí aprecio las actuaciones, los guiones, las localizaciones… me lo pasé muy bien viéndola, coño. Entretuvo una añoranza.
Ahora bien, si esta se ha convertido en la serie del año adelantando al dúo detectivesco de Harrelson y Mconaughey, como mantiene de nuevo Nahum, aquí uno disiente. Quizás el piloto prometía aún más de lo desarrollado a posteriori, quizás la serie acusa de cierta indecisión y falta de concretismo (Breaking Bad picó de lo mismo), por llamarlo de esta manera, indicio de que los creadores y guionistas no vivieron lo narrado, algo contrario a lo visto en The Sopranos y The wire. Hablo de cierta vaguedad a la hora de expresar ciertos temas, ciertas tramas que de conocerse de cerca quedarían retratadas de otra manera, más concretizadas. Pero es que Pizzolato y Fukunaga no han resuelto asesinatos rituales en Louisiana, me dirán. Cierto, pero quien crea que ese es el tema real de la serie de la HBO erra el tiro. En ella hablamos de horror, de terror metafísico, no temamos decir la palabra, algo a lo que podemos llegar todos en cualquier momento y que pone a la antología en la línea de Apocalypse Now. Pero esa es otra historia.
Esta termina feliz, con la familia viendo la tele (el programa de las cajas) hechos una bola, con los malos fuera de juego y él recién recibida la mención al honor que merecía ella. No le importa, she gets to boss


P.D.: Estoy pensando incluir al final de los artículos una valoración numérica de lo tratado de 0 a 10. Si Juego de Tronos hubiera recibido matrícula de honor, Fargo se queda con un 8. Buen trabajo, ojalá toda la televisión fuera así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario