miércoles, 20 de agosto de 2014

Las reinas malditas, de Cristina Morató

Por Katy Rioja




Plaza y Janés 2014.


Han pasado unas cuantas semanas desde que os propusiera una lista de libros para las vacaciones, que van ya “tocando a su fin”.  Allí mismo prometí hablar del último libro de la periodista Cristina Morató,  Reinas malditas.
Esta catalana,  interesada desde siempre por las biografías de mujeres de fuerte personalidad, curiosa y mitómana, no puede soportar el mundo idílico y almibarado que nos presentan en las películas sobre la realeza. Por ello efectúa una investigación sobre algunas de las reinas más míticas y concluye que, efectivamente, no es “oro todo lo que reluce” y que detrás de esos personajes hay unas personas que laten, sienten y viven como cualquiera de nosotros.
El libro que es muy interesante, entretenido y un poco cotilla, nos cuenta las andanzas de la  Sisí Emperatriz, Maria Antonieta, Cristina de Suecia, Eugenia de Montijo, Victoria de Inglaterra y Alejandra Romanof.
Y se titula así, Reinas malditas,  porque estas seis mujeres tienen en común que la vida las ha tratado muy mal, han sufrido enormes tragedias personales y además han sido criticadas por sus súbditos porque todas ellas son  indómitas y rebeldes.
 El papel que se esperaba de ellas y que ninguna quiso asumir era el de ser perfectas consortes, un objeto decorativo al lado del rey, que no opinaran, que no se metieran en los asuntos de estado,  que estuvieran limpias y bellas, y sobre todo y prioritariamente que dieran la descendencia que asegurara la sucesión al trono. Pero tanto Sisí, como Eugenia de Montijo, como Maria Antonieta y la propia Zarina Alejandra ven morir a sus herederos.
Sorprenden personajes como  Isabel de Baviera, la famosa Sisí, que se casó con 15 años con el emperador   Francisco José de Austria, en realidad la que se iba a casar con él era su hermana Elena, Nené, que estaba mejor preparada para su papel, pero el novio  ve a Isabel tan joven, tan fresca y tan ingenua con sus trenzas de niña libre, que la prefiere a ella. Cuando el emperador la elige su madre, la duquesa Ludovica, le dice “a un emperador no se le pueden dar calabazas” y cuando le preguntan si podrá amarlo responde “haré todo lo posible por amar al Emperador.”
Era una de las mujeres más bellas de su tiempo (aunque no era perfecta pues tenía los dientes muy amarillos y torcidos), pero tenía, también, un espíritu muy atormentado porque padecía  anorexia nerviosa; se pasaba el día haciendo deporte, larguísimas caminata que extenuaban al servicio, mandó, incluso, montar un gimnasio en palacio y su obsesión era no pasar nunca de 50 Kg (medía 1,72cm), mantener su cintura de 47 cm. y su larga cabellera, casi hasta los pies, que le costaba peinar tres horas.
Otra reina fascinante es María Antonieta, fue una mujer que sufrió mucho, fue maltratada por la historia e incomprendida por su pueblo. Su matrimonio también fue un matrimonio de estado pero  su marido, Luis XVI, la amará hasta el final. A los doce años se entera de que va a ser la futura reina de Francia y a los 15  es llevada a la corte Francesa y allí sufre una gran decepción porque le habían enviado un retrato un poco trucado del Delfín de Francia, al que no conocía, y éste se corresponde poco con la realidad.
Esta mujer desea ganarse el amor del pueblo francés con una gran inmadurez y por el camino equivocado. Por eso y porque es una niña dilapida el dinero en trajes y  joyas  y en hacer tremendas obras en el palacio de Versalles y todo a costa de enormes impuestos que impone a sus súbditos, llegaron a llamarla Madame Déficit.  Se la acusó de frivolidad, inmoralidad e incluso de haber sido la causante del final de la monarquía en Francia y sin embargo en los últimos años, cuando tuvieron que huir al Palacio de las Tullerías demostró grandeza y valor asombrosos.
Fue guillotinada con 38 años y en ese momento, al subir a la guillotina tropezó con el verdugo y sus últimas palabras fueron: “disculpe señor, no lo he hecho a posta”.
Su vida se  parece mucho a la de  Eugenia de Montijo (que era española y se casó con Napoleón III), la llamaban despectivamente La Española y quería ganarse el favor del pueblo pero no la querían: por española, porque se la consideró una arribista, inmoral y culpable de la caída del segundo imperio francés. Como María Antonieta fue muy criticada por el pueblo pero en realidad era culta, austera, discreta, pionera del feminismo porque su caballo de batalla fue la educación de las niñas en los colegios; en definitiva, es una mujer fascinante aunque con una vida llena de sufrimientos.
Otra reina muy interesante y quizás la más desconocida es Cristina de Suecia. A su madre le habían augurado el nacimiento de un hijo varón y las comadronas nada más nacer piensan que es un niño de tan velluda que era, tan morena y tan gritona y así lo anuncian en palacio hasta que, con gran decepción, se deshace el entuerto. Como ya “se habían hecho ilusiones”, fue educada como un varón por  su padre pero cuando ella tiene 6 años éste muere y ella es proclamada reina. Durante un año es obligada por su madre, con la que mantuvo una relación tortuosa,  a besar el cadáver de su padre embalsamado que estaba en sus dependencias.
Es poco atractiva, desaseada, masculina, blasfemaba y escupía. Pero, sin embargo, fue una de las mujeres más admiradas del  S. XVII, porque era culta, ilustrada, excéntrica y convierte Estocolmo en un centro de erudición. Cuando la quieren casar ella dice que nunca lo hará y decide abdicar y convertirse al catolicismo para que la dejen en paz; ella que era la hija de Gustavo Adolfo Vasa, el paladín del protestantismo. Se instala en Roma, a cambio de una importante dote, allí es recibida con todos los honores como una conversa pero decepcionó a la Iglesia porque  llevó una vida disoluta ganándose las críticas de todos.
A las antípodas de Cristina de Suecia, tenemos a Victoria de Inglaterra, que instauró la educación victoriana,  una moralidad cerrada y es el exponente de una vida muy triste. Lo más gracioso del asunto es que en realidad la reina Victoria no era nada victoriana.
Ella se entera con 12 años del destino que la vida le ha reservado y lo acepta con una prudencia sorprendente pero,  con más edad hace lo que “le da la gana” porque ella es la reina de Inglaterra y  emperatriz de las Indias y se lo puede permitir todo.
 Era una mujer muy apasionada, le gustaba vivir, amar y bailar hasta el amanecer pero todo esto queda frenado por su marido que la convierte en la imagen actual de una mujer de moralidad ejemplar, madre para el pueblo y sobre todo madre de 9 hijos que constituye el pilar de la sociedad victoriana.
La última reina de la que se habla en este libro es  Alejandra Romanof, la última zarina, se puede decir que es una auténtica “femme fatale”, caprichosa, atractiva hasta el punto de caer rendir  locos de amor a cuantos la conocen. . Esta alemana, nieta de la reina Victoria, llega con 22 años al trono de Rusia,  una corte donde impera el boato, lo cual le parece una inmoralidad. Está muy enamorada de su primo Nicolás I, es muy fanática, tímida y obstinada y ejerce una gran influencia en su esposo. Tiene una vida muy marcada por las desgracias familiares, porque al igual que Sisi, María Antonieta y Eugenia de Montijo pierde a su único hijo y heredero que en este caso padece de hemofilia. Cuando descubre que ella ha transmitido la enfermedad a su hijo, lo vive muy mal y entonces cae en las garras del siniestro Rasputín y se deja llevar por todo lo que éste le dice creyendo que será quien cure a su hijo. Esto le lleva a la perdición y toda la familia al completo será fusilada.

Como veis, se trata de un libro entretenido, que nos trae un poco a la realidad y que aporta una información extraída del escrutinio de las cartas y los diarios que escriben las reinas y sus doncellas y que se han guardado como documentación en las bibliotecas. Es, por tanto, una introspección en los sentimientos auténticos de seis mujeres avocadas a estrellarse contra una realidad sofocante. Es justo decir que Cristina Morató ha hecho un gran trabajo de investigación periodística.  

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