miércoles, 21 de enero de 2015

Las razones de la magia

Por José Sánchez Conesa "El tío del saco"


La cultura puede ser concebida como una gran creación destinada a resolver los problemas del hombre y la magia, por tanto, forma parte de la cultura. Uno de los pioneros de la antropología social, Malinowski, observaba que el hombre recurre a la magia cuando experimenta impotencia ante los hechos y frustración al comprobar que desde la racionalidad no puede resolver sus problemas. Tras siglos de fascinación por la ciencia, al menos desde el siglo XVI, se inicia una suerte de desencanto porque esta no lo explica todo ni es un camino de liberación. Y porque el hombre se ha convertido, en muchos casos, en su víctima. Julio Caro Baroja se preguntaba acerca del auge de la brujería en la actualidad y respondía que era un problema de desequilibrio de las masas urbanas que mantienen como ideales la técnica, la oficina y el trabajo, “sin darle un contenido espiritual fuerte a nada”. Al no disponer de una fe religiosa potente o seguir unos principios éticos o culturales, buscan una salida en los “misticismos de pacotilla”. Para don Julio se trataba de un problema de incultura. 

Seguimos al profesor Flores Arroyuelo cuando afirma que el rito permite canalizar una experiencia de aproximación a lo sagrado mediante un “procedimiento válido y comúnmente aceptado”. El poder competente, bien sea de naturaleza religiosa o política, o ambas a la vez, es quien determina la ceremonia a cumplir fielmente. Pero también añadimos a estas observaciones de Flores Arroyuelo que el poder del rito precede de la tradición misma porque nos viene de un pasado cargado de significado primigenio. Mediante los ritos mágicos el hombre trata de salvarse del caos y del desorden, reduciendo al menos su inseguridad e incertidumbre. Todo vale menos la indeterminación pues los humanos buscan aquello que les resulte útil para asirse firmemente a la vida. Y la magia satisface una serie de deseos y sueños irrealizables en medio de una cotidianidad adversa en muchos casos. El hombre desea controlar la naturaleza y ser señor de su propia vida, aunque muchas de sus empresas sean viles y el mero egoísmo sea el motor que las mueva. Los ritos son también la expresión de la protesta contra un mundo injusto en su estructura económica y social, una vida humana plagada de enfermedades, desgracias naturales y con la muerte al fondo. Mediante la magia se posibilita el combate contra una realidad que no deja opciones de éxito a los más débiles, siendo posible el escapismo a tan indeseada realidad. 

Medallas y escapularios

Protegían a quienes portaban estos elementos. En muchos casos a los niños se les solía poner en la ombliguera. Los amuletos son utilizados desde tiempo inmemorial como podemos leer en el Libro de los muertos de los egipcios, encontrándose en las momias gran cantidad de ellos. Otros pueblos de la Antigüedad que los tuvieron muy presentes fueron asirios, fenicios, griegos o romanos. 

La cruz de Caravaca era empleada para acabar con las tormentas como señalan muchos testimonios recogidos entre nuestros mayores, quienes nos indican que los brazos de la cruz “se iban abriendo” conforme ejercían su acción benéfica. Al menos mientras realizaban el ritual de sacar la cruz al patio de la casa o a la puerta calmaban su ansiedad ya que era lo único que podían hacer, encomendarse a la Divinidad y confiar. 

Herraduras

Las herraduras se colgaban en las puertas de las casas o en las cuadras para atraer la buena suerte, cuantos más agujeros tenían mucho mejor. Mircea Eliade escribe en su obra Herreros y alquimistas que esto puede tener origen en la creencia de que el oficio de herrero o herrador es de procedencia sagrada y el hierro hace eficaces los amuletos. Plinio el Viejo en su Historia Natural descubre grandes posibilidades terapéuticas en el hierro para sanar afecciones como mordeduras de perros rabiosos, hemorragias o hemorroides. En la Edad Media se descubrió que las brujas huían de este material. 

La herradura desde el siglo V antes de Cristo ha simbolizado la buena suerte, parece ser que los griegos lo introdujeron en Occidente. Una leyenda del siglo X cuenta que al herrero Dunstan, luego arzobispo de Canterbury, le pidió un individuo que le herrara los pies, apercibiéndose de que se trataba del Diablo, al que le arrancó la promesa de que nunca entraría en casa quien exhibiera una herradura. Una manera de cristianizar una costumbre pagana y universal que presupone que el hierro contrarresta la influencia del Maligno y neutraliza las fuerzas negativas.

En casos de tormenta se sacaban los hierros del hogar a la puerta de la casa o al patio para conjurar el peligro. Hablamos del trébede o triángulo de hierro con tres patas que sirve para poner la sartén o la olla en la lumbre. Las tenazas puestas en forma de cruz también evitaban las tormentas.

Para evitar que se le hinche el vientre al difunto y reviente durante el velatorio se le solía poner unas tijeras abiertas. Hay quien sostiene que existe una estrecha relación entre las tijeras y el bautismo, sacramento mediante el que se corta con el Diablo y se une el hombre a Dios, así en algunas zonas de influencia del cristianismo oriental están presentes unas tijeritas de plata en la citada ceremonia.

Otra medida curiosa de combatir el mal fario la hallamos en el robo de objetos. En efecto, para que entrara la buena suerte en una casa cuyos moradores estaban pasando una mala racha, un vecino o amigo debía robar un objeto de la casa “desgraciada” pero sin que lo advirtieran los moradores.

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