martes, 31 de marzo de 2015

Cuando en Cartagena se hablaba catalán

Por José Sánchez Conesa "El tío del saco"

Imagen de archivo de la Virgen del Rosel, junto a la talla de Santa Florentina . :: J.M.RODRÍGUEZ / AGM

Desde niño escuchaba a los mayores de mi pueblo decir boria, cuando en la escuela me decían que en correcto castellano o español se decía niebla, soltaban polsaguera en lugar de polvareda, melsa por pachorra, espolsar por sacudir el polvo, escuchaban a la cabernera y no al jilguero, porputa en vez de abubilla, decían llampos y no rayos. Pues bien, no eran barbarismos propios de aldeanos, sino palabras catalanas. No hace mucho mi amigo Anselmo Sánchez Ferra se asombraba de que hoy día los antiguos pescadores de Isla Plana mencionaran a la gavina catalana y no a la gaviota castellana.

Alfonso Grandal es historiador y archivero municipal, autor de libros como Historia de Cartagena para principiantes o Los nombres y apellidos cartageneros de finales de la Edad Media y de diversos artículos sobre nuestra historia. Uno de ellos lleva por título exactamente el mismo que encabeza éste que ustedes tienen delante y que publicó la revista Cartagena Histórica, en su número 14. Y como bien se enuncia, aquí se habló no cualquier catalán, sino «el más bello catalán del mundo», en opinión de Ramón Muntaner, cronista con calle principal dedicada a su memoria en Barcelona. Relata este autor que a pesar de la conquista castellana de Cartagena, en 1245, por parte de Fernando III el Santo, serán catalanes quienes repueblen Murcia, Orihuela, Elche, Alicante, Guardamar y otros lugares. Grandal sostiene que numerosos indicios llevan a plantearnos que este idioma siguió quizá hablándose hasta el siglo XVI por buena parte de la población comarcal.

La crónica del hijo de Fernando III, el rey sabio Alfonso X, coincide en señalar que no siendo repoblada por castellanos, como era lo suyo, lo fue por catalanes que bajaron al reino de Valencia. Otro testimonio más explícito relata que el rey castellano Alfonso solicita a su suegro, el rey aragonés Jaime I el Conquistador, que otorgue licencia a sus súbditos para que ocupen las nuevas tierras ganadas a los moros. Así fue, y desde tierras catalanas, especialmente de las montañas de Tarragona, acudirán muchas gentes como acreditan sus apellidos: Aniorte, Ardid, Ballester, Barcelona, Cerdán, Conesa, Espín, Guillén, Mercader, Miralles, Osete, Roca, Ros, Rosique, Saura, Segarra (Cegarra), Tallante, Ynvernón, etc. Aunque algunos de ellos pudieran ser occitanos más que catalanes como Aniorte o Ynvernón.

Cambios demográficos

La cultura es predominantemente catalana, como dato de especial relevancia diremos que la primera patrona de Cartagena es la Virgen del Rosel; roser procede del catalán y significa rosal y también rosario. Por entonces la población era más bien escasa, pensemos que la ciudad contaba ochocientos habitantes en el año 1381, descendiendo hasta los quinientos en 1408. Hasta que se inicie un cambio de tendencia demográfica y en 1500 sume ya los mil cuatrocientos habitantes, gracias a los inmigrantes que llegarán desde lugares de habla castellana, predominando apellidos de este origen, además de navarros, leoneses, asturianos o gallegos.

No obstante se siguió empleando el catalán, que además influía en el uso del castellano escrito como se demuestra en la documentación municipal del XVI. Y hasta nuestros días llegan las huellas léxicas: leja (estantería), llanda (recipiente metálico), mona (de pascua), molla (miga), yaya (abuela), bufeta (ampolla), rampa (calambre), solaje (poso), ansa (asa), puncha (pincha), fangue (barro, fango), corcón (carcoma), correntín (corriente de agua o aire), manifacero (entrometido), minso (persona que las mata callando), esclafar (aplastar), embolicar (envolver).

Las especies vegetales están presentes como pésoles (guisantes), garrofero (algarrobo), rogalicia (regaliz), tápena (alcaparra), bajoca (judía verde), murta (mirto). Abunda el catalán en la toponimia, así frente a La Manga contemplamos la isla Grosa (grande), Cabo de Palos (antes Cab de Pals), Portmán (antes Purtumán), Calblanque (cabo blanco), Cala Reona (redonda), el Plan (llano), Isla Plana, el Gorguel (charco), Atamaría (taraje), el Cabezo Beaza (alforjas) y en la ciudad el Molinete, la Serreta (la sierrecita) o los Antigones (ruinas antiguas). Mandarache es nombre árabe, significa puerto y fue antiguo topónimo del puerto de Cartagena. Grandal aventura que quizá lo trajeron los catalanes pues ese topónimo lo hallamos también en el puerto de Barcelona.

Fruto del mestizaje

Juan José Navarro Avilés es otro autor que en su obra La literatura en murciano. Historia, variantes comarcales y selección de obras se hace eco de estas influencias y de otras en nuestra región. Ahí está el sustrato árabe, del que tal vez hablemos en ocasiones venideras, pero ahora añadiremos que aunque en el siglo XII desaparezca la lengua latina de mozárabes y muladíes, el árabe local recibió una notable influencia en su fonética y vocabulario del idioma que nos trajeron los romanos. Tanto que los árabes de aquí difícilmente se entenderían con los árabes de Oriente. Lo cierto y verdad es que somos fruto del mestizaje de sangres y culturas, mal que les pese a los más puristas.

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