lunes, 1 de septiembre de 2014

IN MEMORIAM: Peret, el rey de la rumba

 por Katy Rioja


 A  los que ya vamos teniendo una edad se nos van muriendo todos los referentes,  y no es que yo haya sido, ni sea, muy rumbera pero Peret forma parte del pasado musical de muchos “cincuentones” que crecimos a golpe de “Borriquito como tú”, “Una lágrima cayó en la arena” o “Canta y sé feliz”.  Por aquel entonces,  en algunas casas había un tocadiscos y… seis  u  ocho discos sencillos, de vinilo, que tenían cuatro canciones: dos por la cara  y dos por el revés (alguna de ellas rayada);  además, solían ser publicidad del, por aquel  entonces, popular Brandy Fundador y  concluían con el soniquete aquel de “¡Estás como nunca, Fundador!”; pues bien,  en la mayoría de los hogares, uno de esos discos era de Peret y se escuchaba,  te fuera o no la rumba, te gustara o no el flamenco y lo mejor…te llenaba de alegría.
Peret, Pedro Pubill Calaf, gitano de Mataró, nos ha dejado a la edad de 79 años. Hijo de un comerciante ambulante, vendedor de sábanas y paños por los mercadillos, tuvo que ponerse a trabajar desde niño y no pudo ir a la escuela. Pero él se las apañó para aprender a leer y a escribir de manera autodidacta con los carteles publicitarios.
Antes de ser cantante se dedicó a la chatarra, a ser carpintero, tapicero, pero lo que a Peret le gustaba era el cante y para los doce años ya estaba cantando en el teatro Tívoli de Barcelona. A partir de ahí continuó perfeccionando su técnica musical peculiar y  creó la rumba catalana, un estilo musical del sur, en el norte; con tintes cubanos, de rock, de mambo y  de cumbia, todo ello aderezado por el talento  gitano y bien agitado por la inteligencia innata de un hombre que supo poner color en la grisalla existencial del  panorama musical español de los años  60 y 70.
Su primer disco sale en 1962 y con él todavía inédito se fue a ganarse la vida vendiendo telas a Montevideo, donde estuvo unos meses y cuando volvió se llevó la sorpresa de saber que lo estaban buscando para iniciar su carrera discográfica en solitario y así es como despega esa rumba catalana, en castellano, con sus palmeros, su guitarra, sus coros, su alegría y su ventilador. (Así es como llama Peret a la percusión que consigue golpeando la caja acústica de la guitarra entre rasgado y rasgado).
Tal llegó a ser la fama de este cantante que, sin ser guapo tuvo su éxito, (fundamentalmente  entre la mujeres extranjeras), gracias a sus legendarias patillas, que actuó en cinco películas como protagonista: Amor a todo gas, A mí las mujeres, ni fu, ni fa, ¡Qué cosas tiene el amor!, y  otros títulos de corte similar donde se explotaba  la figura del gitano cantaor y ligón. 
Llegó a conseguir un éxito internacional gracias a su actuación en Eurovisión,  con Canta y sé feliz, que obtuvo un décimo puesto  en 1974 y sobre todo con Borriquito como tú que, con letra y música del propio cantante, que coincidiendo con el boom del turismo en España llegó a ser número uno en muchos países europeos. Tras estos éxitos fulgurantes, cuando en 1983 era una figura importante en el panorama musical español y tras un insólito encuentro con Dios,  decidió retirarse de la música e ingresar en la Iglesia Evangélica de Filadelfia, donde estudió la Biblia y llegó a ser Pastor Evangélico con el nombre de Hermano Pedro. Allí cantaba para sus hermanos y para Dios, fundó varias iglesias y dedicó siete años de su vida a hacer el bien por el mundo.
En 1990 vuelve al mundo del espectáculo donde destacó, sobre todo, como maestro de ceremonias en la clausura de los juegos Olímpicos de Barcelona con la canción, Gitana hechicera, dedicada a Barcelona que fue uno de los bombazos del verano de 1992.
A partir de entonces fueron muchos los galardones honoríficos que se le otorgaron: Cruz de San Jordi (1998), Hijo predilecto de Mataró (2011), Premio Altaveu (2013), y otros reconocimientos a una vida entera dedicada a la música.
Cuando el miércoles pasado nos llegó la noticia de su muerte y su posterior confirmación tras un desmentido familiar, no pude menos que esbozar una sonrisa y cantar: “Y no estaba muerto, no, no; y no estaba muerto, no, no; y no estaba muerto no, no, que estaba tomando cañas leré y leré”. Descanse en paz.

        

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