jueves, 26 de febrero de 2015

Memorias de un ángel caído. Aprovechando la sobriedad al máximo

Por Ramón Ruestes Faire


Hoy nos volvemos a situar en el año 1997, en esta ocasión con Memorias de un ángel caído. Película de terror española dirigida por Fernando Cámara, la cual le valió la nominación a Mejor Director Novel en los Goya del 1998. Al final, el galardón se lo arrebató Fernando León de Aranoa con Familia (1996).

La obra nos sitúa en un ambiente claramente religioso, aunque no estamos frente a una película de exorcismos ni similares, es una obra singular. El argumento parte de una premisa cuanto menos impactante: varios parroquianos mueren envenenados tras comulgar, y dejo aquí la sinopsis para no destripar nada.

La película tiene muchísimos puntos en común con la ya comentada Asmodexia (2014), mejorándola en muchos aspectos. Desde el punto de vista argumental, ambas parten de una base claramente religiosa, donde se confrontan la idea de Dios y de Lucifer.

El ambiente que crea el conjunto de la obra es una característica fundamental de ambos films, aunque con resultados dispares. La obra de Fernando Cámara desprende austeridad, abstinencia en cada escena. Una iglesia es el punto de partida de toda la obra, hecho que ayuda muchísimo a acentuar esta sensación. Tonalidades cromáticas siempre oscuras y sencillez en la vestimenta de los protagonistas complementa un ambiente realmente perfecto para lo que se quiere transmitir.

La trama conecta perfectamente con el ambiente creado, sin grandes aspiraciones más que desarrollar el argumento. El ritmo de la película se ve condicionado por tres escenas atrevidas e impactantes, todas ellas dentro de la iglesia y espaciadas en el tiempo. Aunque la película ya genera interés de por sí por su idea arriesgada, dichos momentos evitan que decaiga en exceso el ritmo de la obra, consiguiendo que el espectador quede volcado en la obra durante los 95 minutos que dura. Igualmente, la trama es fácil de seguir y se centra únicamente en la historia principal.

Asmodexia cuenta con un ambiente similar, aunque su bifurcación en las tramas, así como la desmesurada ambición en el argumento, el desaprovechamiento de las bazas con las que cuenta o el constante juego del desconcierto difuminan en exceso su trama.

Con el reparto me llevé una de las mayores sorpresas de la obra. El film está protagonizado por Santiago Ramos, el cual solo había visto actuar en Aquí no hay quien viva (2003 – 2006) con un papel más bien simplón y secundario. En Memorias de un ángel caído su interpretación del padre Francisco es impresionante. El actor transmite la pena, el dolor o la depresión de una forma envidiable. La escena de dolor ante el altar de la iglesia estremece en sí sola únicamente por su interpretación. El ambiente religioso de la obra se plasma también en la poca participación femenina en el reparto. Destacar también el resto del reparto con una actuación más que correcta acorde con lo que les exige la obra. Así pues, se cuenta con rostros conocidos del cine español como Juan Echanove, José Luis López Vázquez o el argentino Héctor Alterio.

En resumen, la obra se centra en una idea, la sobriedad en el ambiente y la trama, sin excesos ni ambiciones desmesuradas amenizadas con escenas atrevidas e impactantes, todo dentro de un fondo religioso.

Lagunas en Asmodexia como un contraste demasiado dispar entre el ambiente y la trama, bifurcaciones y desconcierto en el argumento y un reparto irregular se ven claramente superadas con Memorias de un ángel caído.


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