lunes, 19 de mayo de 2014

In Memoriam: Gordon Willis (por Raúl S. Saura)

 

"I believe in America (Creo en América)", nos dice Bonasera el funerario, su rostro entre tinieblas. Y continúa su monólogo de odio y defensa de la honra de su hija deshonrada entre tinieblas, porque ha descendido a un mundo de oscuridad en busca de venganza. Ya desde esta primera escena de la inmortal trilogía de El Padrino somos conscientes de la negrura que todo lo cubre. La muerte, el asesinato, la amoralidad y, en definitiva, la pérdida de un alma son los grandes temas de esta saga imperecedera. Injustamente se la califica como la obra maestra de Francis Ford Coppola, sin duda el mayor director de cine de todos los tiempos en la década de los 70, pero no estuvo solo en la forja de esa maravilla que aún nos continúa apasionando cada vez que la vemos. Un papel muy importante (quizás aún más) en su concepción tuvieron Mario Puzo, Nino Rota, las actuaciones de Pacino, Brando, De Niro, Cazale, Duvall, Caan y compañía y, sobretodo, Gordon Willis. El Príncipe de las Tinieblas, como le llamaban algunos. Perfeccionista director de fotografía de la tragedia de los Coleone, también lo fue de hasta ocho largometrajes de Woody Allen. Entre ellos, Manhattan, Annie Hall, Zelig y Stardust Memories. Ahí es nada. 
Convirtió la oscuridad y la pantalla casi negra en el objetivo a imitar por toda una legión de directores que le sucedieron, sin alcanzar nunca sus resultados. Sólo un valiente como él podría atreverse a que al titán Marlon Brando no se le vieran apenas los ojos en todo el metraje. Impuso un estilo, asociado inconfundiblemente al imaginario visual de la década de los 70. La lucha de la luz contra el negro en sus escenas, el enfrentamiento y las dudas de la moral ante las situaciones vividas por unos protagonistas, por lo general desdichados en una guerra eterna que les sobrevivirá (recordemos Todos los hombres del presidente, la luminosidad de la redacción y la oscuridad de los parkings subterráneos donde se fraguaba el caso Watergate). Sin él, El Padrino nunca hubiera sido lo que es, ni Manhattan
Gordon Willis, un hombre humilde que nunca se quejó porque sólo recibiera un Oscar, tardío (2009) y honorífico, ha muerto a los 82. Los cinéfilos de todo el mundo no podemos evitar llorarle un poco. Por su estilo y su arte, sus tinieblas que reflejan mundos de hipocresía y criminalidad sin perder nunca la elegancia. Mucho debemos a su trabajo el que se criticara a la trilogía mafiosa par excellence por apología del crimen, porque su retrato trágico cercano al antiguo mundo griego nos mostró una familia más allá del Bien y del Mal, sin problemas para imponer su ley de sangre y exterminio del enemigo sin una sola condena de sus realizadores. El arte estaba por encima de moralidades, el arte por el arte para la representación de una de las mayores historias jamás contadas en la historia de la humanidad. 
Gordon Willis que estás en los cielos, a ti te debemos esto:
Viste lo que nadie veía, fuiste más lejos que tus compañeros de generación. Ya te echamos de menos. 
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