viernes, 11 de julio de 2014

HITCH Y DAPHNE

Por Mari Cruz Abascal

 

En 1939 llegó a Hollywood Lawrence Olivier, contratado por David O. Selznik, para llevar al cine la novela Rebecca. Lo hizo acompañado de su esposa, Vivien Leigh, quien consiguió presentarse al casting de Lo que el viento se llevó, que, según se cuenta, estaba muy reñido, llevándose el primer premio: el papel de Scarlett O’Hara.
Esto no es más que un apunte, pues no quiero desviarme de lo que yo realmente quiero contar, que es el interés que mostró Hitchcock por las historias que contaba Daphne du Maurier. Después de revisar y descubrir películas nuevas, un día reparé en que el famoso regidor adaptó tres obras de la escritora.
Al parecer, Hitchcock conocía a los padres de Daphne, afamados y adinerados productores y actores, y siguió la carrera de esta espléndida y singular, a mi juicio, escritora.  No es extraño que, tanto la trama como la forma inquietante de contar sus cuentos, no pasara inadvertida y fuera aprovechada por nuestro director.
Daphne componía historias  de crueldad, con ambientes repletos de negatividad, con heroínas llevadas hasta el límite. Un verdadero filón para él que adoraba lo tortuoso, lo turbador, lo alarmante, …  ingredientes como hechos a su medida, siendo un maestro, como lo era George Cukor, en sacar el máximo  rendimiento de sus actrices protagonistas, aunque no siempre con métodos muy ortodoxos.
Así,  Hitchcock, eligió la novela La posada de Jamaica, oscura y sórdida, y la adaptó al celuloide, en 1939, siendo la última obra de su etapa inglesa. Para ello, contó con la irlandesa Maureen O’Hara, mostrándonos la bruma de Cornualles en una historia a la que se dice que no quiso ser demasiado fiel, pues era una obra muy conocida, para no perjudicar a la intriga de la propia cinta.
Luego, cruzó el charco contratado con el gran productor norteamericano para hacerse cargo de la primera dirección en ese país: la extraordinaria Rebecca (1940) , novela con una  trama y ambiente admirables y con un suspense hecho a la medida del director. Historia inquietante, y con una protagonista (Joan Fontaine) que se nos mete en el bolsillo desde el primer momento, por su fragilidad. La última vez que la vi fue en la Filmoteca Nacional y recuerdo esos planos de la actriz mostrando temor y timidez, como un pajarillo caído del nido.  Rebecca fue todo un éxito, hasta el punto que se hizo con la estatuilla a la mejor película, aunque no al mejor director, que cayó en manos de John Ford por Las uvas de la ira, para disgusto de nuestro Alfred.
 Finalmente, en 1963, comenzó el rodaje de otra nueva adaptación de un pequeño relato (Los pájaros y otras historias) de Daphne, Los pájaros. No obstante, Hitchcock no se basó solamente en este cuento, ya que dos años antes, de su rodaje, se produjo un ataque inexplicable de aves en una población norteamericana, que Hitchcock siguió y  exploró a través de las noticias y utilizó para su trabajo. Aquí se decidió por una actriz publicitaria, la norteamericana, de ascendencia nórdica, Tippi Hedren, con un rodaje duro y peligroso, sobre todo para la actriz a quien el director martirizó y acosó hasta el llanto.
Los tres son magníficos y singulares relatos que han dado lugar a tres excepcionales y bien entramadas películas. La creatividad y el ingenio de ambos son todo un lujo para los que gozamos tanto de un buen libro como de una buena cinta.

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