lunes, 13 de octubre de 2014

Boardwalk Empire 5x06: El diablo conocido

Por Raúl S. Saura

*Repaso del sexto episodio de la quinta temporada de Boardwalk Empire, absteneros quienes no lo hayáis visto aún.
 

Nadie dijo que el mundo de los gángsteres fuese fácil, tampoco que ser Nucky Thompson fuera un paseo. Incluso para un hombre de pocos escrúpulos y ojos fríos la pérdida de alguien puede provocar dolor. El antiguo jefe político ha tenido esta semana en el show de Scorsese un momento duro, uno de los más bajos. Tras la muerte de Sally, su compañera durante 7 años, en Cuba ante unos policías en unas circunstancias bastante evitables, confirma su mala suerte con las mujeres. Confirma su mala suerte con todo aquel que se le acerque. Como Eddie, como Jimmy, como Margaret, como su propio hermano Eli, como su primera mujer Mabel (recordemos su revelación al final de la primera temporada, conviene). Todos aquellos a su alrededor terminan por sufrir un terrible destino de alguna u otra manera, a veces condenas peores que la muerte. Él lo sabe, y no logra evitarlo por más que lo intente. 
La última baja, una mujer de carácter y que lo aceptaba sabiendo de entrada sus negocios, sólo acentúa una soledad extrema conforme pasan los años. Borracho ha acabado en un bar de mala muerte con dos mujeres de baja estrofa, pelea incluida y tirado por los suelos inconsciente. Ha tentado a la suerte pero ha sabido reconstruirse ayudado en última instancia por el chavalillo Harper, que apunta alto con sus buenas maneras y su aire de tonto por ahora. De momento se ha ganado la confianza de su jefe y 50 dólares de la época. Por fortuna para el mayor de los Thompson, su borrachera no le ha hecho perder mucho, juega sobre seguro pese a sus zambombazos sentimentales (condenado a la soledad) y el risitas Micky Doyle (sorprendentemente, el único que sigue junto a él, lo que hubiera dicho el James Darmody del primer episodio de saberlo) ya reúne un ejército para él. Está solo hasta para la guerra pero no tiene nada que perder y lo sabe. Suenan tambores, que se preparen Luciano y Lansky porque no promete dar cancha al enemigo. Morirá matando.
En otro orden de cosas, el dúo Van Alden-Eli ha llegado tistemente a su fin esta semana. Cuando ya comenzábamos a coger cariño a estos cómicos pese a sí mismos, nos los quitan de encima de sopetón. Bueno, a uno de los componentes. Sin arreglar sus problemas en casa, sin arreglar sus problemas con su compañero, con la ley ni con su pasado. Sin lograr redimirse ni siquiera pagar las cosas con el rey de Noruega, el antiguo miembro del Bureau, enemigo del alcohol y piadoso cristiano Nelson Kasper Van Alden ha pasado a mejor vida. Una vez las tropas de Elliot Ness les cogieron por los cojones a él y a su compañero de fatigas, la escabechina planeada no pudo salir peor y el todopoderoso Al Capone les increpó hasta forzar a la bestia a un límite. Porque Nelson contaba con una bestia en su interior a la que a veces (placenteramente) liberaba, dejando atrás toda represión para convertirse en un lobo con sed de sangre. Un sádico. Es esta doble cara, este dualidad, este trágico arco argumental, así como sus numerosos momentos cómicos y la inmensa actuación de Michael Shannon (de las mejores de toda la serie), la que nos condujo a encariñarnos con un hombre atizado a más no poder, pese a comenzar de atizador. Sin saber nunca a dónde se dirigía, culpable de sus faltas o de manejos ajenos, sin lograr nunca satisfacer sus ideales, solo a veces sus instintos, así vivió, de un lado para otro, un agente del prototípico FBI que terminó trabajando para Capone con venta de planchas de por medio. Ya sus últimas palabras nos hicieron ser conscientes de lo que sucedía: la revelación. En el mundo del crimen reconocer la verdadera identidad (aun siendo fugitiva) no augura un gran éxito, y ya ocurrió con O'Banion (incluso mejor que esta última), y el irlandés murió. Toda una ruleta rusa apuntarle una pistola a la cara. Dos veces la misma suerte con la misma jugada resultaba imposible y se marchó con dos hijos, un agujero en la cabeza y Eli dudando entre tomar un autobús o recomponerse de una vez. Ya sin su amigo poca más gracia tendrá, un personaje al que quizás los guionistas no han logrado sacar todo el jugo posible pero aún así inolvidable. Ojalá Thompson lo vengue de alguna manera, aunque para eso debe solucionar sus problemas antes. Aun así, su fallecimiento da alas al FBI con la entrega al infiltrado de los libros de contabilidad. Quizás así haya encontrado su redención, si nos ponemos optimistas.
Lejos quedan los tiempos de antaño, cuando la relación de Eli con June comenzaba, le pedía favores a su hermano y este le confesaba que su mujer estaba embarazada. Buenas noticias, hasta que dejen de serlo como sabemos que ocurrirá. Nuestro Nucky no encontraría una relación estable hasta mucho después con Margaret Schroeder, matando a su marido de por medio. Así son las relaciones más puras del mayor de los hermanos, algo que no atina a vislumbrar con claridad antes de tiempo. Siendo justos, ninguno podría. En todo caso y para dilucidar lo que digo, ahí tenemos su pronta relación con una joven Gillian, veremos cuánta culpa tendrá en lo que viene a continuación.
Otro hombre, como Nelson y como Nucky, deseando afrontar su pasado y redimirse en última instancia, fue Chalky White. Ido en busca de Valentin Narcisse, quien le hundió ante la inoperancia de su presunto amigo, se reencuentra con otro apartado de su pasado con el que no contaba, Daughter Maitland y la hija de ambos, Althea. La familia perdida, prisionera de su enemigo. Aun teniéndolo desarmado en una habitación y a solas no puede permitir que ellas también paguen sus pecados y vende su alma al diablo para salvarlas. Él no es como los demás criminales de la serie, aunque a veces lo crea. Él es mucho más noble que el retorcido ser que tiene enfrente (Wright mejora su interpretación de la cuarta temporada; Williams, aun con su extrema sinceridad, no le alcanza), así que acuerda que ellas se marchen. Que la niña marche con su madre y la madre pueda perseguir sus sueños, a cambio de que se quede con él y trabaje a sus servicios.
Narcisse accede, pero no sabemos si cumplirá el trato alguna vez o no. Una vez ha desaparecido la familia que nunca fue, es conducido a un callejón donde el doctor vuelve a presentar su rostro más ladino y manipulador. Con buenas palabras y gesto amable, este oscuro antecedente de los líderes negros le metió una idea en su cabeza y supo manipular la situación para imponerse sobre su rival sin contar con una pistola en mano. No hacía falta, sus sicarios sí tienen y no dudan en disparar a un descorazonado Chalky (de hace mucho ya), sin la certeza de que ellas sean felices por él. De que su sacrificio haya compensado el de su hija. Antes de morir cierra los ojos y su gesto de dolor y pesadez tan propio se torna en uno de felicidad al escuchar la música y la voz de Daughter. Por ella ha entregado su vida. Por ella muere otro personaje icónico de Boardwalk Empire. RIP a él y a tantos otros, esta sí merece ser una redención en condiciones.


Volveremos la próxima semana sobre el séptimo y penúltimo episodio de la serie. Recordad, Owen también se sacrificó para contar con una mascletá por fin. Todo apunta a una reedición de aquella finale épica.

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