martes, 28 de octubre de 2014

Boardwalk Empire 5x08: El Dorado

Por Raúl S. Saura

 *Spoilers del último episodio de Boardwalk Empire y, previsiblemente, de toda la serie. Si no la has visto hazte un favor e ignora esta entrada. Maratonéate las 5 temporadas y regresa entonces, aquí te esperamos.
  

Si eres un espectador medio, como diría David Simon, probablemente sabrás que este lunes terminó la quinta y última temporada de Boardwalk Empire, la serie producida por Martin Scorsese y creada por Terence Winter. Con suerte, más bien, conocerás el nombre de la serie dirigida por Tim Van Patten. Hay una posibilidad de entre diez mil de que la consideres una obra maestra infravalorada a la que el tiempo pondrá en su lugar, pero por ahora no te suena de nada. A ti, incauto que has seguido leyendo tras el aviso de spoilers (todos lo hemos hecho, de eso no te culpo), termina de leer aquí y empieza a verla. No te arrepentirás, ahora hablemos de lo que hemos venido a hablar en una conversación que te aguarda pero sin prisas.

Después de dos episodios de infarto, con multitud de bajas y rendiciones, llegábamos a nuestra última hora en compañía de Nucky Thompson, ese hombre taimado y calculador. Mefistofélico. Ese hombre al que comenzábamos a conocer y que los responsables del show nos permitieron hacer antes de decirle adiós en una regresión a sus orígenes. Los del delincuente.

El capítulo comenzó como la intro de todos, esta vez sabiamente desaparecida, con un hombre en una playa. Un hombre solo con la mirada perdida en el horizonte, solo que esta vez desprovisto de los impolutos trajes que acostumbra. Ahora lo ha perdido todo y se permite nadar hasta donde rompen las olas, consciente de que nada le espera atrás.

Una vez ha cedido todo su imperio, la ciudad de Atlantic City en la que lo ha sido todo y lo ha controlado todo, Nucky ha desaparecido del mundo gangsteril. Luciano y Meyer le han prescrito un retiro forzado, al mejor calculador conocido hasta la fecha en esta serie de controles y caminos. Porque Boardwalk Empire no es una mera serie sobre disparos y música de los años 20, de ser así no hubiera pasado tan inadvertida ante una audiencia que le ha ido dando la espalda. Boardwalk Empire es mucho más que eso, es una serie que exige tiempo, esfuerzo para saborearla en condiciones. Una serie de cocción lenta para desencadenar voladuras argumentales magistralmente orquestadas, una producción cuidada al detalle, la mejor actualmente. Una serie que, una vez comiencen a venderse ediciones de lujo de las cinco temporadas, se revalorizará ante los espectadores que gustan de creerse genuinos mineros de oro. Y esto no lo digo yo, lo dice alguien que sabe mucho más de series como Alberto Rey.

Lo que yo aporto es que Boardwalk Empire es un intento de regresar a The Sopranos después de The Wire. Un cosmos griego, una tragedia humana donde los hombres son meros peones en un tablero sin fin (¿?). Si en Baltimore, los dioses se manifiestan como el Estado y la droga, en Atlantic lo hacen como dinero y alcohol, como un fluir constante que soluciona todos los problemas y todo el mundo codicia. Unos bienes que puedes conseguir fácilmente si tienes suerte, pero cuesta sangre, sudor y lágrimas de mantener. Muchos lo pagan con la vida y, para decir la verdad, a la larga ese el pago para todos y cada uno de ellos. 

Da igual lo bien que planees, lo bien que calcules las repercusiones de tus actos, siempre surgirá algún elemento que se ha movido cómodamente a tus espaldas, algún olvido, que arrase contigo. Le pasa hasta al más listo de la clase, qué decir ya de quienes no sabían controlarse a sí mismos... como para controlar su arsenal. Los meros peones manejados sádicamente por entidades superiores, como Eli Thompson y Van Alden, la pareja perfecta de esta temporada. La de los fracasados sin remedio.
 

Pero el mayor de los Thompson nunca se movió en esa liga, sino en una superior, aunque no siempre fuera así. Desprovisto de todo el patrimonio acumulado en 40 años, ahora no le queda nada salvo recordar su pasado, su familia. Saldar viejas cuentas y que las salden con él. Recuerda su pésima relación con su padre borracho y violento, el mundo del que procedió. Recuerda a su trastocada mujer Mabel que parirá un hijo muerto, el mundo ideal que (como sabemos con ventaja) nunca hubiese sido. Recuerda su condena personal.

Porque Nucky, quien ha sido lo que le ha convenido, nunca perdió de vista su ambición: el poder. Con ese objetivo en mente, caminó de joven como hicieran Luciano y Lansky. Y ahora ellos, que se han movido con los chicos mayores casi desde niños, han aprendido de su experiencia ("el único camino hacia saber") y lo usan para configurar una nueva era que deje atrás los errores de la pasada y convertirse en los nuevos monarcas a derrocar. Una era de consensos, de Familias, una era que no conocerá Enoch Thompson. Él se dedica a recordar su poco ético ascenso a sheriff mientras los nuevos reyes abrillantan la corona y el cetro. Recuerda cómo afrontó al Commodore, cómo le llegó a increpar por su trabajo con los niños de los que abusaba, cómo callaba para que él saliera de rositas y este comprendió lo que cuesta un silencio. Le concedería la placa, el poder ansiado, pero existe un precio a pagar: la joven Gillian Darmody. Venderla al Commodere para que la utilice como quiera, para embarazarla a ella, una dulce niña, y Nucky asiste angustiado a uno de los dos momentos más bajos de su vida.

La niña a la que juró proteger y dar hogar, la que entrega (confiando ella en él) para lograr lo que busca realmente. Está casado, pronto será padre, pero ese no es su interés por más que sorprenda a las personas que buscan la felicidad. Él busca controlarlo todo y tiene a un tiro de piedra la primera piedra en su ascensión a la cima sin marcha atrás. No teme quemar las naves y lo hace, en una decisión que regresará para condenarle. A él, un hombre que todo lo calcula, que, pese a haber perdido su imperio criminal consigue cierto rédito económico con la empresa de valores de Margaret Thompson*. Dos millones en un día, concretamente y engañando al padre del futuro 35º presidente estadounidense.

*Quien parece afrontar su futuro sin perder la cabeza, con inteligencia. Ante nuestros ojos se ha convertido en una mujer fuerte y segura de sí misma, gracias a su convivencia con Nucky. Ello le ha permitido negociar con hombres como Arnold Rothstein o el reaparecido padre Kennedy. Porque nuestro protagonista puede provocarte la muerte, pero se requiere ser muy listo para sortearla y así volverte más fuerte. No tememos por Margaret, ese auténtico ejemplo de mujer. Que aprendan las feminazis.

Pero ser meticuloso no implica ser inmortal. Otro personaje, retorcido, interesado, egoísta, manipulador, malvado y perverso, el que más de toda la serie, no llega a sobrevivir. El doctor Narcisse, quien consideraba la supervivencia una victoria, pagó con la muerte su enfrentamiento al nuevo rey en una de las muertes más reconfortantes de todos los tiempos. Quienes quisieron ver morir a Marlo en The Wire comprenderán lo que digo. Más en una situación tan hipócrita que refleja las muchas caras de uno de los personas más fascinantes de la serie. Un derrotado.  
 

Nucky también cae. Una vez conocemos las raíces de su amoralidad, una vez Al Capone procede a enfrentarse con sus propios fantasmas acusatorios.** 

**Caerá, como ya sabemos, por su incapacidad para atar todos los cabos antes de salir de la habitación, por su incapacidad para salir de la habitación a tiempo; él se adscribe al grupo de los Van Alden. Deja atrás a un hijo sordo que ya nos había dado algunas de las mejores escenas de toda la serie y en la despedida no podía ser menos. Brutal, el hombre tras el matón. Gracias, Stephen Graham, has hecho que nos olvidemos de De Niro

Pasa el tiempo y quienes fueron poderosos caen, pasa el tiempo y nada permanece. Ni siquiera Nucky, quien antes procura enmendar con su pasado: visita a su hermano y a Gillian. Pretende ayudarles, hacerles ver que siempre cuidó de ellos. Que fue como fue por ellos y para poder seguir protegiéndoles, aunque eso supusiera aleccionarles y dirigirles en la vida como una correa, sobretodo en el caso de Eli en una compleja relación entre hermanos. Que quiso ser aquello de lo que carecieron, un heisenbergiano proveedor. Busca su perdón y parece encontrarlo porque, por más que nos guste olvidarlo, es un ser humano con sentimientos. Comete pecados, pero sufre por ellos y los paga.

Y el pago último es la muerte que no se producirá sino en el lugar que más conocemos, el orgullo de la producción: el paseo marítimo. Y paga cobrando la deuda de sus dos mayores injusticias: la entrega de Gillian en el mismo lugar y el asesinato de Jimmy Darmody de un balazo en la cara. Porque el jovencito Joe Harper, siempre displicente y atento a satisfacer las necesidades de los jefes no resultó sino ser el hijo del difunto James, quien regresó para saldar cuentas con el asesino de su padre. Se confirmó una teoría que circulaba por internet, el chiquillo ciertamente se daba un aire a Michael Pitt (con el pelo de la madre además) y será él quien ponga fin a la vida de Enoch Thompson. Cuando demostrará que se pueden perseguir otras cosas además de dinero. 

Cayó un imperio, como cualquier otro, uno recóndito y de difícil acceso, de arquitectura intrincada. Un imperio cuyos caminos aprendimos a recorrer a lo largo de cinco años. Por Nucky y por no pasar por la humillación de caer en manos de la justicia por segundos. Por ese espectador medio que ha ignorada esta obra maestra durante todos esos cinco años, ya se subirá al carro cuando se ponga de moda. Hasta entonces que nos dejen a nosotros, los auténticos seguidores de Boardwalk Empire, saborear este licor de alta gradación. To the lost.

 

 P.D: A nadie se le permite marchar de rositas, como decimos. Jimmy, Gyp, Narcisse, Richard Harrow, Al Capone, Masseria, Maranzano y, finalmente, quien negoció con todos ellos, quien convivió con ellos y los procuró sobrevivir en aras de abarcar cuanto más mejor. Como dice la letra final, if you want the rainbow, you must have the rain. En los detalles no hay quien le haga frente.

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