viernes, 14 de noviembre de 2014

Guerra en Rusia

Por Raúl S. Saura

Carlsen-Anand: el campeón exterioriza la tensión 
Como a los aficionados les encanta repetir, el ajedrez es la única actividad en la que dos personas establecen una intensa relación durante horas sin tocarse. Así, cuando se pierde duele mucho y cuando se repite duelo se generan rivalidades legendarias. Como suele ocurrir en cualquier deportes al coincidir dos genios, pero en el ajedrez alcanza unas proporciones desorbitadas.

Un ejemplo bastante ilustrativo es que una vez preguntaron al excampeón Anatoli Kárpov qué haría si fuera con su esposa a su restaurante favorito y comprobara que en la mesa de al lado se sentaba su némesis Kaspárov, el hombre que le arrebató la corona. Respondió que aguantaría sin comer durante días. Otro día deberíamos hablar de Capablanca y Alekhine, pero no es preciso retrotraerse tanto en el tiempo, tenemos un ejemplo a tiro de piedra, en Sochi

Allí, al igual que en casi todas las épocas, han coincidido dos genios por encima de los mortales: Viswanathan Anand (indio de 44 años, cercano a la generación de los Kárpov y Kaspárov, hay quien dice que su habilidad sobre el tablero supera la de ellos) y Magnus Carlsen (el niño bonito, el Mozart del ajedrez, noruego de solo 23 años y considerado el más grande ajedrecista de todos los tiempos). Ya ocurrió el año pasado en el Campeonato del Mundo cuando el joven modelo se enfrentó en 10 partidas al entonces vigente campeón en su Chennai natal y lo destrozó. Solo hicieron falta dos victorias seguidas (en los encuentros quinto y sexto) y una ristra de empates para desahuciarlo del Olimpo y agenciárselo para sí. No solo Anand se vio vapuleado por un chaval 20 años menor que él, sino que además fue por error suyo, por su falta de confianza, problemas de concentración y la inmensa presión sobre él, todo esto le condujo a cometer fallos garrafales, como la desprotección de una torre, que determinó el devenir del enfrentamiento. Además, en India, donde es un referente nombrado mejor deportista del milenio. Donde, gracias a su figura, millones de niño aprenden a mover las piezas sobre las 64 casillas. 

Aquel fue el momento más duro en la vida del veterano jugador, que tuvo que soportar ver cómo Carlsen acaparaba todas las portadas y era comparado con Robert Fischer (para los no entendidos en ajedrez, poco menos que Dios) mientras él quedaba relegado al ostracismo y sentía que su tiempo había pasado. Las huellas del naufragio todavía se notan y evita mencionarlo, la humillación fue demasiado profunda. Pero se levantó de su fracaso y, motivado por la vergüenza, ganó contra pronóstico la Final de Maestros de Bilbao (tiene con su esposa una residencia en Madrid) y el Torneo de Candidatos para volverse a medirse con el genio noruego y equilibrar la balanza.

Algo tuvo a su favor, el nivel de Magnus Carlsen parece haber bajado un poco el último año y ya no resulta tan amenzador para sus mayores, que hasta hace no poco estaban deseando que el joven se echara novia y se despistara un poco. Ahora parece que su reconocida vagancia le pasa factura contra el metódico Anand, que ha estudiado obsesivamente cómo hacer año al actual campeón. Cómo incomodarlo, cómo estrangular al estrangulador. El principal problema del indio es que siempre careció de olfato asesino, pero ha forzado una rivalidad con el nórdico para conseguir una motivación extra que rara vez tiene quien lo contempla todo desde la cima. Ahora, al llegar antes al lugar de la partida en Rusia, no se levanta cuando llega Carlsen ni le mira a los ojos cuando se estrechan la mano, como sí hiciera Kaspárov con Kárpov. "La rivalidad empieza a dominar nuestras relaciones. Dentro del mundo del ajedrez, él no está entre mis amigos", confesó hace unos meses en una entrevista.

Ahora está poniendo en serios aprietos al conocido como Justin Bieber del ajedrez, una mente privilegiada, gracias a su "preparación casera", a su estudio de millones de jugadas y aperturas con sus ayudantes. El noruego no funciona así, a él se le ocurre alguna apertura novedosa y la coteja con un superordenador al que se conecta desde cualquier punto del globo. Así, el indio es capaz de jugar de memoria los primeros 24 movimientos mientras su rival debe retorcerse el cerebro para responderle y gastar tiempo. De esta manera ha conseguido empatarle a puntos en las primeras 4 de las 12 partidas esperadas, 2 a 2. Ha vuelto a derrotarle cuatro años después y tiene la moral reforzada ante un rival que reconoce sus errores y que comienza a dudar cuando su estrategia siempre ha consistido en esperar a que sea el otro quien dude y cometa errores. El indio, en su espíritu de revancha, ha desarrollado un ánimo competitivo y mucho más atrevido en sus planteamientos que hasta ahora. Anand está marcando la agenda en Sochi.

Pero no debemos olvidar que, por muy genio (que lo es) que sea, ante él se sienta uno que seguramente le supera. Más joven, más resistente (los ajedrecistas incluyen el entrenamiento físico en sus horarios para soportar los encuentros de varias horas) y con más futuro por delante que él. Carlsen ya es legendario a nivel mundial, Anand solo le supera en India. El veinteañero no sigue las mismas pautas, no se complica tanto la vida. Más allá de su prodigio en el tablero de ajedrez, es un tío normal (lo cual engrandece su aura) con sus amigos y sus partidas de póker. Ya ha dicho que, de perder el título de campeón mundial, se irá a su habitación de hotel y verá unos cuantos episodios de algunas de las series que sigue sin dramas. No debemos culparle, durante unos años ha destacado a un nivel muy superior al resto, caracterizado por un estilo no especialmente estétito (aquí es más hijo de Capablanca que de sus padres); el movimiento más bonito es el mejor. Da igual tener un mal comienzo si le asegura una superioridad zonal dentro de X movimientos. Da igual qué hacer, nadie como él es mejor en no hacer nada cuando juega. En sencillamente esperar a que el rival sea quien arriesgue y caiga.

Pero Anand no ha venido para caer, sino para ganar y reconquistar el título. Por un año ha sido su único objetivo y se ha preparado a conciencia para ello, sólo desea ver a Magnus derrotado y parece que la fortuna le sonríe. Ahora llegan los encuentros quinto y sexto, en los que cayó el año pasado y no está por la labor de reeditarlo. En cualquier caso y pase lo que pase, la rivalidad entre los dos irá a más, gane quien gane, en esta guerra que presenciamos desde Rusia.

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