sábado, 27 de diciembre de 2014

Nearly got fucking everything!

Por Raúl S. Saura 

Cillian Murphy as Thomas Shelby in Peaky Blinders 

Lo tenía difícil Peaky Blinders tras una primera temporada prometedora, y sin embargo, nos ha llevado a todos por delante. Esta serie made in BBC sobre una familia de gángsteres irlandeses y gitanos en el Birmingham de los años 20 contaba con todos los ingredientes para convertirse en una producción de dimensiones chapuceriles, pero, guiado por su creador y guionista de todos los episodios Steven Knight y por su consumada estrella Cillian Murphy (moderno Michael Corleone, creación hasta sobrenatural interpretado a la perfección) ha logrado reeditar lo conseguido el año anterior y presentarnos una tanda de seis episodios violentos, intensos, cargados de momentos inesperados, desesperantes, dolorosos o satisfactorios. Es decir, seis episodios fenomenales para despedir el año que la misma cadena se encargó de abrir con Sherlock. Clever you

En esta ocasión, retornamos al mundo de Tommy Shelby dos años después de los acontecimientos de la primera temporada, en el entierro de su cuñado Freddie Thorne (una pena, la de conflictos que hubiera habido de coincidir el marxista con los coches italianos de su amigo). Desde el principio el cambio se hizo tangible: los caballos han dado paso a los motores, la familia Shelby se ha extendido y ahora mira el desembarco en Londres con gula. Tommy quiere jugar en la liga de los mayores en el momento en que la tía Polly se reencuentra con su hijo perdido y Arthur cae en una red autodestructiva de violencia y cocaína (fantásticos en ambas tramas). Lo raro es que llegara vivo al final de temporada, pero, en fin, no hace falta más que recordar la identidad y el empadronamiento de esta gente para comprender que escasos de problemas nunca andarán. Menos cuando el boss de la City interpretado por el maravilloso Noah Taylor (Locke en Game of Thronessiempre un enemigo del que uno se siente orgulloso) se presenta ante él con una paliza de muerte, solo salvado en el último momento. Ni más ni menos que por la policía. Por Major Campbell

Aquí es necesario explicar la resolución del cliffhanger de la finale: el Major, humillado por el hecho de que su agente Grace se hubiera enamorado del gángster al que pretendía enchironar (e irlandés y gitano), fue a ella a dispararla con el resultado de que acabara él disparado y cojo. La experiencia no le aligeró el carácter ni mucho menos porque el pasado ha vuelto a por Tommy y al poco también lo hará Grace. 

Llegados a este punto es necesario preguntarse de quién estamos hablando, a quién interpreta magistralmente hasta apoderarse de sus espectadores Murphy. Alguien capaz de recuperarse de una paliza mortal en diez minutos, una mente viva escondida tras unos fríos ojos muertos. Tommy Shelby no es un hombre, es lo que la necesidad hizo de un niño que fue a la guerra. Una construcción. Impenetrable la mayor parte del tiempo, pero no insensible, que reconoce lo que hace y se asquea por ello. Que llora porque los suyos maten a un niño o antes de morir, aunque se esfuerce en no mostrarlo. Un hombre con las ideas claras, pero susceptible de duda en algún momento, como la del último episodio entre Grace (el antiguo amor perdido y ahora recuperado, la promesa de una familia) y May (la seguridad de poder y dinero a sus espaldas), despreciando a Lizzie (muchos no perdonarán jamás la manera en que la usa). En cualquier caso habrá boda en la próxima temporada y realmente no sabemos con quién. Qué cabrón Knight para ciertas cosas. Y cuantas violaciones últimamente, ¿no? Porque Ada ha guardado un perfil bajo que si no...

Por el medio nos presentaron a Solomons, el socio judío en cuya voz casi balbuceante algunos no vimos mucho, pero cuyo posterior desvelamiento como agente doble entre Sabini y Shelby sí se mostró digno de resaltar. No sabemos si volverá a aparecer, pero quizás nuestro antihéroe tenga en él a un rival de envergadura. Lo necesita, cuando ha ido despidiéndose de algunos: el enfermizo deseo de venganza y la enfermiza obsesión con la dominación y las mujeres perdió a Campbell, no sin antes mantener una tensa discusión con Shelby a modo de despedida. Sabini, por más que gritara lo contrario, ha perdido (las licencias) el día del Derby, y es que, aunque Tommy Shelby parezca perdido, sabe resurgir de sus cenizas. Por su familia, por ambición personal, porque busca una bala a su nombre... por lo que sea, pero él sigue hacia delante. Tiene planes, se expande, busca alianzas, se enamora de por medio, le apuntan con un arma de vez en cuando (cada tres minutos nos sale de media) y, cuando surgen contratiempos, sufre. Incluso la posibilidad tangible del último: su propia muerte. En ese momento, el brillante jugador de cartas, el hombre que no desvela sus emociones, frío como el hielo, no puede evitar que la rabia le inunde la cara después de ganar, asesinar a quien le habían ordenado, acordar, saber que iba a ser padre... "I nearly got fucking everything!" ("¡Casi lo conseguí todo!").

La realidad se empeñó en contradecir a la tía Polly cuando dijo que su inteligencia lo mataría algún día, porque fue precisamente su jugada epistolar con míster Winston Churchill (sí, en una serie sobre gitanos puedes encontrar al señor Churchill pintando mujeres desnudas a la hora del almuerzo) lo que le salvó. El futuro primer ministro quisiera reunirse más adelante con él. Después de ser sometido a presión por los agentes de la Corona y los irlandeses favorables al tratado de paz propuesto por el rey, parece que acordará con los hombres de más arriba. Sube en el escalafón quien irremediablemente siempre ha querido ser libre y decidir por sí mismo. No sabemos qué ha elegido esta vez, después de sobrevivir un día más, pero que nos invite aunque solo sea al banquete el próximo año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario