viernes, 16 de enero de 2015

La teoría del (no) todo

Por Raúl S. Saura

 

Se apunta a que la proliferación del género del biopic se explica por una falta de ideas entre los guionistas hollywoodienses. Los mejores parten hacia cadenas de televisión serias como la HBO o incluso plataformas digitales como Neftlix y en las películas estadounidenses cada vez aparecen más sagas facilonas, adaptaciones decrecientes en calidad o los mentados biopics, cuyo argumento no suele inventarse mucho salvo que hablemos de The Imitation Game. En este caso ni siquiera se ha esperado al fallecimiento del hombre en quien se basa la historia, lo cual apunta en esta dirección. 

The Theory of Everything (La teoría del todo en castellano) refleja los años del descubrimiento de Stephen Hawking de su terrible enfermedad y su consecuente matrimonio cuando, a principios de los 60, no le daban más de dos años de vida. Con buenas actuaciones (magníficos Redmayne Felicity Jones) y creíbles ambientaciones se refleja un relato de enfrentamiento con la enfermedad y, a la vez, de esperanza. Esperanza como la que puede inspirar una persona condenada mortalmente capaz de revolucionar el mundo de la física teórica o que a día de hoy tiene tres nietos. 

Hawking es a día de hoy el científico más popular sobre la Tierra, aupado sobre los hombros del gigante Einstein. Seguramente ayudado por todo lo relacionado con él: un cerebro superdotado encadenado a un cuerpo enfermizo que aspira a definir el universo con una sencilla ecuación. Un hombre atado a una silla que quiere comprender el cosmos. Esas premisas han ayudado a su efervescente popularidad. Como dijo alguien hace poco, de haber sigo un biólogo no hubiera tenido tanta repercusión, que alcanzó su culmen de masas en sus cameos en The Simpsons, Star Trek y The Big Bang Theory. Y quién sabe si algún día recibirá el Nobel.

Pero, en fin, la película no trata sobre un gran científico, sino sobre un matrimonio. El que Hawking contrajo con Jane hasta su divorcio en 1991, el de una familia que tuvo que sobrellevar el ELA, el de una mujer devota que batalló por cuidar a su marido como cuidaba a la vez a sus tres hijos en común. La doctorada en literatura hispánica y francesa medieval que sentía que el físico teórico dedicaba más energías a su Brief History of Time que a bregar con su rampante parálisis y su confinamiento a una máquina de distinto acento. 

Las actuaciones y caracterizaciones resultan remarcables, la trama no se aleja mucho de la historia real y la dirección logra magistralmente bordear el fácil lagrimeo y pincela lo más escabroso sin darle forma. La película no cae en lo sensacionalista pero aun así no honra al intelectual que representa, ni siquiera al mero hombre mortal, sino a su primer matrimonio. De las grandes teorías de Hawking, su tesis doctoral, sus agujeros negros y su enfrentamiento con la idea de Dios como arquitecto universal apenas sabemos. Más sobre el mojigato segundo esposo de Jane que de la relación del científico con Roger Penrose, quien apenas se pasea por la película. Y eso, a su manera, es sensacionalismo. 

La historia de Stephen Hawking es dado comprenderla en términos de superación y confrontación con aquello imposible de derrotar. Es dada en términos de esperanza porque es el ejemplo ideal. Pero se recae excesivamente en lo meramente humano de un hombre que ya antes de morir inspira films y ha entrado en la Historia. La película no será aburrida ni falsa ni absurdamente fácil, pero tampoco es del todo honesta cuando al concepto del Tiempo y del origen del cosmos sólo se dedican escasos minutos cuando en realidad suponen la vida de una de las mentes más privilegiadas del globo. Así que, a su manera, el título es una muestra de publicidad engañosa. Una película recomendable, pero que habla de otra persona. 

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